martes, 14 de abril de 2015

YUMARA ¿DÓNDE ESTÁS?


De mis muchos viajes por el mundo me gusta recordar uno en especial, la aventura en la tierra de la luz escondida. Las gentes de aquel lugar poseían talentos que desconocían, pero a poco que el viajero se paraba a observar se podía distinguir con facilidad el tintineo de una luz en su interior, como el baile de la llamita de una vela que quiere hacerse grande y alumbrar a cuantos la rodean.
En este lugar vivía la niña Yumara. La llama interior de esta niña se veía arder a kilómetros de distancia, aún no la conocía y ya podía distinguirla en el horizonte. Después me di cuenta de que no lucía con la misma intensidad en todo momento, se hacía gigante cuando Yumara soñaba, pero no cuando dormía, sino cuando soñaba despierta. Era capaz de crear mundos maravillosos con su imaginación y con ellos devolverle la ilusión a la personas que la habían perdido, era un don extraordinario. Sin embargo Yumara a veces no era capaz de controlarlo y el mundo que creaba se hacía tan grande que la devoraba, la engullía por completo, era como si desapareciera de la realidad: pasaba las horas con sus dibujos, su música… en un ensueño que parecía no tener fin.

lunes, 13 de abril de 2015

SAMIRA Y EL DRAGÓN




De mis muchos viajes por el mundo me gusta recordar uno en especial, la aventura en la tierra de la luz escondida. Las gentes de aquel lugar poseen talentos que desconocen, pero a poco que el viajero se para a observar descubre con facilidad el tintineo de una luz en su interior, como el baile de la llamita de una vela que quiere hacerse grande y alumbrar a cuantos la rodean.
Allí conocí a la niña Samira, una valerosa guerrera que no solo albergaba en su interior una pequeña llamita, convivía sin saberlo con un precioso dragón que la acompañaba allá donde ella fuera.

LAS POMPAS VIAJERAS

A Guiomar le encanta bailar, en cuanto enciende el aparato de música siente cosquillitas en los pies y ya no puede parar de moverse. Primero levanta un pie, luego el otro, se pone de puntillas, camina con los talones, salta a la pata coja. En ese momento la cintura coge el ritmo y se balancea de izquierda a derecha; estira sus brazos y se imagina que son las aspas de un molinillo de viento, y comienza a dar vueltas, gira y gira sin parar. Entonces llama a su papá para que le ayude a danzar:
Guiomar (G): ¡Papá, papá, ven y sopla por favor!
Papá Guiomar (PG) : Fssss, fsssss, fssss…
G: Más fuerte papá, más fuerte, ¡sopla con todas tus fuerzas!
Y cuanto más sopla su papá, más baila Guiomar.
Uno de sus instrumentos favoritos es el tambor, le gusta imitar su sonido dando palmadas al compás. Imagina que con cada palmada aparecen en la habitación todos sus animales preferidos. Plaf, plaf, y un conejito empieza a saltar a su lado; plaf, plaf y un colibrí revolotea en su cabeza. Para los animales más grandes le pide ayuda a su mamá:
G: Mamá, mamá, ayúdame a traer a Galopes.
Las dos se concentran y dan una gran palmada juntas, PLAAAF, que resuena en toda la casa, y su caballo de peluche se convierte en “Galopes el danzarín”. Galopes le enseña a trotar y Guiomar a mover su crines al ritmo de la música.

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domingo, 29 de marzo de 2015

LA VOZ DE SINDIA

De mis muchos viajes por el mundo me gusta recordar uno en especial, la aventura en la tierra de la luz escondida. Las gentes de aquel lugar poseen talentos que desconocen, pero a poco que el viajero se para a observar descubre con facilidad el tintineo de una luz en su interior, como el baile de la llamita de una vela que quiere hacerse grande y alumbrar a cuantos la rodean.
En una ocasión un sonido especial llamó mi atención y hacía allí encaminé mis pasos; a medida que me acercaba fui descubriendo que se trataba del canto de una mujer. Era una voz potente como el viento huracanado, resonaba en mis oídos con la claridad de un torrente de agua limpia que recorre su curso saltando de piedra en piedra.

SANCHO PANCHO

Aquella tarde estaba Guiomar jugando en el parque con su amigo Sancho. Sus papás les hacían señas para que dejaran los columpios, se estaba haciendo de noche y había que volver a casa,
G: Date prisa Sancho, que nos están llamando. Le dijo Guiomar a su amigo mientras se deslizaba por el tobogán.
S: Ya voy, ya voy, espera un momento, a ver, ya casi lo tengo. Contestó Sancho muy concentrado. Se le habían desatado los cordones de los zapatos y estaba intentando anudarlos tal y como le había enseñado su mamá, pero llevaba pocos días atándoselos él solo y  aún le costaba un poquito. 
Al cabo de un rato Guiomar escuchó reír a su amigo, no era una risa cualquiera, estaba literalmente tronchado de la risa, corrió a su lado y lo encontró revolcándose por el suelo en plena carcajada.
S: Mira, mira que gurruño me ha salido, es un desastre, ja, ja, ja…
Sancho no había conseguido atarse los cordones, en lugar de eso, había construido una madeja que le amarraba al tiempo los dos zapatos, por lo que al intentar ponerse de pie se cayó al suelo de culo y le entró un  ataque de risa que enseguida contagió a Guiomar.

A Sancho le encantaba reír, de hecho solía tener al menos dos ataques de risa cada día. Su risa era especialmente sonora cuando algo no le salía bien, por eso le gustaba aprender cosas nuevas, porque hasta que lo aprendía ocurrían cosas muy divertidas, como aquél lío de cordones. Después de la risa se quedaba tan relajado, que entonces ya veía con claridad cómo resolver el problema, así que deshizo la madeja y aunque aún no le salió una lazada fuerte pudo atarse los cordones.
S: En mi casa me llaman Sancho Pancho, porque siempre que me equivoco en algo me da la risa y me quedo tan Pancho.

G: ¡Qué bien, yo voy a hacer lo mismo cuando no me salgan los puzzles! Respondió Guiomar.

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¡¡¡¡¡PIRULETA!!!!

Violeta se resistía a ir al colegio:
V: No quiero ir mamá, ¿por qué me llevas si te estoy diciendo que no quiero ir?. Se quejaba Violeta intentando deshacerse de la bufanda que le colocaba su madre.
MV: Violeta, en el colegio te lo pasarás muy bien, jugarás con otros niños y niñas como tú y aprenderás un montón de cosas.
V: No quiero, no quiero y no quiero.
MV: ¿Ah no, y qué esperas hacer aquí todo el día? No puede ser, ya lo hemos hablado, tienes que ir al colegio. Dijo su mamá al tiempo que en un rápido movimiento consiguió ponerle el pasamontañas, que junto a la bufanda terminaron por cerrar la boca de la niña.
Enfadada al ver que su madre no le hacía caso pensó: pues si me cierras la boca, cerrada se quedará, mientras esté en el colegio no pienso hablar con nadie.
Pasaban lo días y Violeta no hablaba con nadie, a regañadientes seguía en solitario las indicaciones del maestro, mientras observaba a sus compañeros/as cómo realizaban sus tareas en grupo y cómo se divertían en el patio, pero ella siempre se negaba a participar en sus juegos.
Maestro: Ay, esta niña, llevamos casi un mes de clase y todavía no sé que voz tiene. Pensaba el maestro preocupado.
Un día en el recreo Sancho celebraba su cumpleaños. Repartía caramelos entre todos los compañeros/as, preguntando a cada uno ¿cuál es tu caramelo preferido?, y como si de un mago se tratara, iba sacando de un saquito de colores los dulces que sus amigas y amigos le pedían.
Violeta no podía resistirse, se le hacía la boca agua viendo salir una a una las gominolas del saquito de Sancho. Se acercó al grupo y musitó:
V: piruleta. Viendo que Sancho no respondía a su petición, repitió un poco más fuerte:
V: piruleta, piruleta. Pero nada, no obtenía respuesta. Miraba a sus compañeros asombrada, pues nadie parecía escucharla, e insistía:

Piruleta, yo, eh aquí, ¿pero es que no me veis?,  a mi me gustan las piruletas.

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