De mis muchos viajes por el mundo me gusta
recordar uno en especial, la aventura en la tierra de la luz escondida. Las
gentes de aquel lugar poseen talentos que desconocen, pero a poco que el
viajero se para a observar descubre con facilidad el tintineo de una luz en su
interior, como el baile de la llamita de una vela que quiere hacerse grande y
alumbrar a cuantos la rodean.
Allí vivían Juan y Joselillo, dos grandes
amigos conocidos por su capacidad de animar cualquier fiesta o montarla en un
momento si se lo proponían; Joselillo cantaba, lo mismo le dada rapear que hip
hop o lo que fuera y Juan en seguida se ponía bailar y animaba a los demás a
hacerlo. Andaban siempre juntos de aquí
para allá, siempre encontrando razones para reírse de cualquier cosa.
A Juan le encantaba escribir, era un gran
soñador y siempre que podía cogía lápiz y papel para plasmar alguna idea. Joselillo,
cuando se concentraba, era capaz de hacer las tareas del colegio en un
periquete.
Pero se fueron olvidando de estas cosas porque cada vez que se encontraban
se dejaban llevar por las risas y así fue como Juan dejó de soñar y Joselillo
de aprender cosas nuevas. Llegó un día en que Juan tuvo un momento de
inspiración y sintió deseos de escribir: no sabía si sería un poema, una carta,
un cuento… pero tras rebuscar durante mucho rato entre sus cosas hasta
encontrar su cuaderno (hacía tanto que no escribía que se le había perdido) las
palabras se le escapaban de la mente, no logró escribir ni una sola letra. A
Joselillo le pasó algo parecido cuando la noche antes de un examen intentó
aprenderse de golpe un montón de temas: no entendía nada, aquello le parecía
estar escrito en chino mandarino.
Los dos se entristecieron, ya no era tan
divertido pasar el rato juntos, les faltaba algo. Un día Joselillo, rebuscando
entre sus cosas, encontró un cuento que su amigo le había regalado; aquel
relato le gustaba mucho y entonces se dio cuenta de lo que le pasaba a su
amigo: tantas risas y diversión, al final, sin darse cuenta, habían dejado sin
tiempo a su amigo para desarrollar su talento. Entonces comprendió que eso
mismo es lo que le había pasado a él en el colegio. Corrió a buscar a su amigo
y cuando se lo contó Juan entendió que estaba en lo cierto, cada uno le pidió
perdón al otro porque sin darse cuenta se habían privado de cosas que les
ayudaban a crecer. Acordaron estar atentos para que los dos tuvieran el espacio
y tiempo necesario para poder desarrollar sus talentos sin dejar de ser tan
divertidos como hasta entonces.
Desde aquel día su amistad se hizo más fuerte
todavía y sus luces interiores prendieron luminosas porque además de generar
diversión iluminaban el interior de dos personas que se estaban haciendo muy
grandes.
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