domingo, 29 de marzo de 2015

SANCHO PANCHO

Aquella tarde estaba Guiomar jugando en el parque con su amigo Sancho. Sus papás les hacían señas para que dejaran los columpios, se estaba haciendo de noche y había que volver a casa,
G: Date prisa Sancho, que nos están llamando. Le dijo Guiomar a su amigo mientras se deslizaba por el tobogán.
S: Ya voy, ya voy, espera un momento, a ver, ya casi lo tengo. Contestó Sancho muy concentrado. Se le habían desatado los cordones de los zapatos y estaba intentando anudarlos tal y como le había enseñado su mamá, pero llevaba pocos días atándoselos él solo y  aún le costaba un poquito. 
Al cabo de un rato Guiomar escuchó reír a su amigo, no era una risa cualquiera, estaba literalmente tronchado de la risa, corrió a su lado y lo encontró revolcándose por el suelo en plena carcajada.
S: Mira, mira que gurruño me ha salido, es un desastre, ja, ja, ja…
Sancho no había conseguido atarse los cordones, en lugar de eso, había construido una madeja que le amarraba al tiempo los dos zapatos, por lo que al intentar ponerse de pie se cayó al suelo de culo y le entró un  ataque de risa que enseguida contagió a Guiomar.

A Sancho le encantaba reír, de hecho solía tener al menos dos ataques de risa cada día. Su risa era especialmente sonora cuando algo no le salía bien, por eso le gustaba aprender cosas nuevas, porque hasta que lo aprendía ocurrían cosas muy divertidas, como aquél lío de cordones. Después de la risa se quedaba tan relajado, que entonces ya veía con claridad cómo resolver el problema, así que deshizo la madeja y aunque aún no le salió una lazada fuerte pudo atarse los cordones.
S: En mi casa me llaman Sancho Pancho, porque siempre que me equivoco en algo me da la risa y me quedo tan Pancho.

G: ¡Qué bien, yo voy a hacer lo mismo cuando no me salgan los puzzles! Respondió Guiomar.

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